En la sociedad actual, parece ser
correcto mentir. ¿Cuándo decidimos que las mentiras son permitidas? Cuando los
ciudadanos del común ven a las personas que sostienen el poder hacer lo mismo,
mentir. Los científicos han analizado y comparado las estadísticas sobre fraude
electoral, corrupción y evasión de impuestos con el comportamiento de los
ciudadanos frente a problemas que pueden poner a prueba su honestidad.
Nuevos estudios han encontrado
que las personas son más propensas a mentir si viven en ciudades con altos
niveles de corrupción y fraude electoral, en donde la violencia, los atentados,
el robo y las mentiras frente a la sociedad no son castigados ni perseguidos por
parte de las autoridades competentes.
Investigaciones anteriores
mostraron que las personas están más dispuestas a romper las reglas si las
personas con las que se relacionan también lo hacen. Por ejemplo las personas
que viven rodeas en entornos llenos de grafiti y basura son más propensas a vivir
en un entorno lleno de basura y a convivir con ella de una forma distinta a
personas que se relacionan en otros entornos más amigables, con paisajes más
limpios y con zonas urbanas más limpias.
Realmente no conocemos la
relación entre las normas sociales, ni los estigmas o comportamientos que
tienen las personas del común frente al fraude político, la corrupción, la
evasión de impuestos, entre otros males que aquejan a las sociedades, pero
parece ser que estos hechos corrompen las individualidades, como afirma el
investigador Shaul Shalvi, un científico que estudia el comportamiento humano en
la universidad de Amsterdan.
Para averiguar esto, los
investigadores obtuvieron datos sobre la corrupción, la evasión de impuestos,
el fraude electoral a través de una organización no gubernamental denominada
“World bank and freedom house”, quienes investigan la democracia y la libertad
política en 159 países. Combinaron estas los datos y las tasas obtenidas en un
índice que permitía medir el “rompimiento de reglas”, para poder entender como
los ciudadanos están ignorando los códigos sociales y legales.
Luego viajaron durante 5 años,
por cerca de 23 ciudades, con el fin de medir los niveles de honestidad
individual. Realizaron un test con estudiantes universitarios, el cuál
consistía en lanzar un dado y entregar la confianza completa en el participante
del experimento para que informara o reportara el resultado de su lanzamiento a
los investigadores, sin que estos últimos observaran el dado durante el
lanzamiento. Los estudiantes ganaron dinero cuando el número que obtenían en su
lanzamiento era mayor a 3 o 4, entre mayor fuese el número, más dinero recibían
los participantes del experimento, pero con un resultado de 6 no obtenían ganancia
alguna. Luego compararon los resultados entre los 23 países para identificar en
donde existía una variación en los lanzamientos, lo que podía indicar que los
participantes realizaron trampa e informaron un número más alto para poder
ganar dinero. Así trataron de medir el valor de la honestidad.
Cuando la tendencia del índice
salía de lo común, los investigadores encontraron, que en estos países existía
un interés en obtener más dinero, es decir, los participantes eran más
propensos a engañar a los investigadores según el reporte de la revista Nature.
Pero cuando las personas mienten,
rara vez lo hacen por un tiempo prolongado. Obtener un cinco en el lanzamiento
haría ganar a los participantes el valor más alto y un con un valor de seis,
los participantes no obtenían nada. Pero cuando los participantes obtenían
cinco, era más frecuente y probable que dijeran haber obtenido tres o cuatro,
inflando de alguna manera los resultados y alejándose de la realidad. Incluso
frente a estas situaciones las personas se preocupan por ser honestas, afirma
el investigador Shalvi, “es por esto que las personas mienten solamente cuando
pueden justificar sus mentiras”.
Jhonathan Schulz, un economista
experimental de la Universidad de Yale, quién trabajo en el estudio, llama a
este fenómeno, “engaño justificado”, una forma de obtener beneficios mientras
aún se siente como una persona honesta. Lo que las personas justifican, parece
variar en función de su entorno. “Parece que las personas compararan su falta
de honradez, con las personas que están rodeadas en su vida diaria”.
Los países que presentaron las
tasas más bajas de engaño fueron los países de Europa occidental, Austria,
Países Bajos y el reino unido. Por otra parte, Marruecos, Tanzania y Kenia
calificaron dentro de los más altos.
La inestabilidad financiera
podría ayudar a explicar porque el engaño es más prevalente en ciertos países.
“Si todo el mundo alrededor es pobre o está desesperado, luchando por ganar
dinero, las personas podrían pensar que lo único que importa es el dinero, sin tener
en cuenta alguna regla social o mental” dice David Hugh-Jones, un economista
experimental de la Universidad del Este de Anglia en Norwich, U.K.
Sin embargo, los resultados
sugieren que el uso de un solo experimento para medir la honestidad no es confiable.
Utilizar el juego (uso de dados) como forma de experimentación puede no ser correcto,
debido a que el juego sigue siendo tabú en algunas sociedades. Con este
experimento se podría medir el “impacto de las decisiones sobre un acto” y la
forma en la que se relaciona esto con su “honestidad intrínseca”, propia de
cada ser humano.
Los investigadores reconocen que
es apresurado emitir algunos juicios con respecto a la relación entre
honestidad y las figuras que dominan los poderes públicos de los países. Cabe
aclarar que, en los países más corruptos las personas no son del todo deshonestas,
no se puede realizar una generalización. Las personas están más preocupadas por
su auto-imagen y creen ser y actuar siempre como una persona honesta.
La discusión queda abierta, sobre el
papel que tienen las figuras públicas como elementos a seguir, si la deshonestidad
es un asunto de educación o de conductas copiadas, o si los registros históricos
de todo acto deshonesto tienen una consecuencia, o cómo podemos entender a las
personas que nos rodean, a la ciudad en la que nacimos, el país que amamos y el
planeta que nos cobija.
Las sociedades están cansadas de
la corrupción, pero si esto se convierte en un modelo a seguir, llegará el
punto de colapso total y el poder de la autoridad se perderá por completa,
llegaremos a una época de represión total o de libertinaje descontrolado.
Fuente
Nature magazine
Science magazine
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